sábado, 1 de septiembre de 2012

"Ojo clínico": El "Arte de escuchar" al paciente


Qué te dijo el Doctor? – “Nada.  Ese Señor parecía no escucharme, ni siquiera me miró!”

Esta es, en resumen, una de las quejas más comunes que hoy en día expresan los pacientes acerca de sus médicos.

Y es que en un mundo donde todos hablan, pocos dicen algo y casi nadie escucha, cada paciente ávido de respuestas a sus interrogantes y solución para sus dolencias, espera encontrar en su médico a alguien que sobresalga en la tarea de escuchar al otro.

Estos renglones reflejan mi cuestionamiento ante la necesidad de rescatar en el ejercicio médico el arte de escuchar bien. Los médicos de hoy deberíamos ejercer como en los tiempos en los que el reloj servía para contar el pulso o el número de respiraciones y no para saber cuando terminar la consulta. Escuchar era vital porque el “ojo clínico” requería la ayuda de unos oídos atentos.

Es cierto que las camillas de urgencias no se diseñaron para descansar, ni las sillas del consultorio fueron creadas para sostener largas y amenas charlas. Sin embargo, del buen interrogatorio del galeno y de su examen minucioso surgirá el nombre que recibirá cada dolencia: el "diagnóstico médico". Es por eso que una de las cosas más urgentes en las clínicas y hospitales ha de ser atender de la mejor forma a quien nos necesita. Los médicos debemos sobreponernos a nuestras propias dolencias, fatiga y preocupaciones. Cuando el galeno deja ir la solidaridad y la compasión por su paciente también ve alejarse el arte de saber escucharlo. En adelante, el fracaso será inminente y la relación con el enfermo estará más enferma aún.

Un paciente generalmente experimenta aumento de su malestar en la sala de espera. Lo que menos anhela es entrar al consultorio para ser interrumpido por su doctor y que éste ni siquiera intente comprender por lo que está pasando. Con nuestra actitud podemos crear la sensación de no parecer importarnos quien está frente a nosotros. El médico debe escuchar a su paciente con cuidado y empatizar con su situación. Acaso hay alguna razón válida para que el médico bloquee su capacidad solidaria? Tiene justificación dejar de llamar al paciente por su nombre y remplazarlo por “este es el abuelo con neumonía” o una vez hospitalizado “el diabético de la cama uno”? No es justo. No es correcto. Lo mejor para todos sería que los médicos fuéramos buenos oyentes a diario.

Si “cada cabeza es un mundo”, cada paciente es distinto. Por eso, la fórmula de medicamentos surge al final del encuentro entre medico y paciente. Para que nuestros pacientes cumplan la formulación y mejoren hay una receta: escuchar antes de hablar y escribir. Con preocupación veo como se ha generalizado el temor a los médicos porque no dejamos hablar al enfermo; muchos pacientes hablan con voz suave, tímida y vacilante, con la esperanza de ser escuchados y poder descargar en su doctor el peso que les representa el haber perdido la salud. Esa carga que lleva cada enfermedad no es algo que dependa de la condición social, económica, de la ideología, ni credo: estar enfermo es desgastante y nadie mejor que una persona enferma entiende lo difícil que resulta esta situación. Entonces, acaso se olvidó el médico de la importancia de escuchar a su paciente? Debemos recordar que el diagnóstico lo expresamos los médicos al final de la consulta pero los síntomas los aportan nuestros pacientes desde el principio hasta el final de la misma. Hay que escuchar pacientemente al enfermo.

Como ser humano también he sido paciente y he experimentado lo que se siente estar sentado del otro lado del escritorio. Es valioso escuchar al paciente. Escuchar bien debe ser una necesidad que los médicos debemos compartir hoy. Es fundamental volver a sintonizarnos con el enfermo y escucharlos activamente. Dejemos de hablar lo suficiente como para saber lo que los pacientes y sus seres queridos tienen por decirnos. En esto también nos beneficiamos. Al paciente que escuchamos decir lo que siente, podremos decirle lo que padece. Cuando le damos a nuestros pacientes la oportunidad de contar su malestar y compartir sus preocupaciones nosotros podemos escribir un mejor final en cada historia clínica.